Restauración de mural en la Clínica Cruz Azul

 A este mural lo pintó mi abuelo y acompañó nuestras infancias, allá en San Francisco. Gracias a mi vecina y amiga de aquellos años, Paula Ensabella, hoy gran arquitecta, el mural fue restaurado y puesto en valor. ¡Gracias, Paula!

                                                                               (Virginia Beccaría Canelo)




Este mural es todo un símbolo... De la edad temprana de muchas generaciones que han pasado por " La Cruz Azul", como muchos la tenemos grabada en nuestra memoria...

Símbolo indiscutido de la Infancia; como no podía ser de otra forma, ubicado en la sala de espera de Pediatría de la clínica. Símbolo de alegría, de color, de esperanza... Símbolo de "no pienses, pequeño, en tus males. Ya pasará... Mira lo bonita que es la vida"... Al menos eso es lo que inspira en mi alma de niña.

Canelo fue un gran artista. Indiscutido. Esta obra es otra muestra más de ello... De su sensibilidad y genialidad. Inspirado en los cuentos de "Los ratones campesinos", de Constancio C. Vigil -Nancy y yo recomendamos su lectura- Canelo narra, con mágicos trazos, las escenas más simples y significativas de la vida. En mi humilde opinión, esta obra forma parte del patrimonio de todos los sanfrancisqueños.

Es por eso que con ahínco, con respeto y mucho cariño -los pasillos de "la clínica" como la llamaba mi papá- están estampados en mi corazón; primero como hija de médico, luego como profesional, ya que allí me desempeño como arquitecta desde hace varios años-; me dediqué a reconstruir, este mural y una pequeña parte de la memoria de Rubén Canelo. 

Todo esto fue posible gracias a la ayuda de la comunidad y sobre todo de la propia familia, más específicamente de Nancy Canelo, su hija, a quien le envío un fuerte abrazo. Con ella y su hija Virginia Beccaría Canelo -nieta del artista, con quien casualmente compartimos vecindad e infancia- estuve permanentemente en contacto. Ellos estaban íntimamente conmocionados con la intervención de esta obra... 

Y sobre todo mi gratitud a Hugo Laria, que junto con su papá Héctor han sido los verdaderos artífices de esta restauración. Con habilidad, sensibilidad, criterio y humildad, volvieron a la vida a esta hermosa familia de ratoncitos... Para que vuelvan a hacer sonreír a más generaciones de niños -y grandes también- ¿Quién no se detiene ahora mirarlos, sin que nos robe una sonrisa del alma?

Gracias a la Clínica de Especialidades Enrique J. Carrá por la confianza depositada en mí, para llevar adelante esta tarea tan significativa. 


(Paula Ensabella)